Arte lingüístico


Gaëlle Sévenier

18 Nov (La Nacion)


Frank (Holanda), Thomas (Alemania), Gaëlle (Francia), Alexandro (Mexico), Sven (Holanda)

Gaëlle Sévenier, colaboradora francesa para La Nacion, intenta explicar, a través de teorías científicas y de su propia experiencia, lo que pasa en la cabeza de un poliglota.


El cerebro y los idiomas

En el mundo entero, no son raras las personas que pueden hablar muchos idiomas, pasando de uno al otro sin ninguna mezcla. La palabra "Poliglota" significa en latin "muchas lenguas".

Lo que pasa en el cerebro de una persona que maneja muchos idiomas a parte de su idioma materno ha interesado a muchos científicos. Ya que la actividad del cerebro sigue siendo un misterio, solo se puede hablar de teorías sobre la actividad cerebral de un poliglota.

Científicos demostraron que la parte del cuerpo humano dedicada en los idiomas se desarrolla en el hemisferio frente izquierdo del cerebro. Cuando una persona maneja con fluidez más de dos idiomas, desarrolla la capacidad de no mezclarles, así que entre más idiomas uno conoce, es más fácil aprende otro.

Según estudios, las mujeres tienen más habilidades a aprender y traducir los idiomas que los hombres, aunque haya excepciones. Además, todos podemos darnos cuenta de que entre más joven uno aprende un idioma, es más fácil asimilarlo. Según la profesora italiana Paola Manzelli, las áreas neuróticas que son activadas en el cerebro de un joven aprendiendo varios idiomas, aunque separadas por cada idioma, son muy cerca, lo que facilita el paso de un idioma al otro.

Muchos profesores enseñan los idiomas utilizando metodología de traducción, lo que es un error, ya que científicos demostraron que esforzar a un estúdiente aprender un idioma de la misma manera de que uno aprende un idioma muerto como el Latín o el Griego, ralentiza la dinámica del aprendizaje.

El arte de hablar muchos idiomas es accesible para todos, porque es un arte que se aprende, como uno puede aprender a tocar un instrumento de música. Solo se necesita tiempo y paciencia.

Historia de una políglota


Aprender más y más idiomas es mi afición real. A los 16 empecé a viajar al extranjero durante largos plazos. Hoy estoy cumpliendo mi séptimo año a fuera de mi país, trabajando como reportera y colaboradora para La Nación en Costa Rica.

Mi idioma materno es el francés, cual país fue el primero que descubrí, hace 27 años. A los 11 años, tuve mi primera clase de ingles, como cualquier estudiante de Francia, y a los 14 empecé a aprender el español. Después de haber pasado bastante tiempo en el extranjero, hoy manejo esos tres idiomas con fluidez, lo que me califica de trilingüe.

Más tarde en mi vida aprendí el Alemán, el Mandarín (idioma chino) y el idioma de los signos de los sordos mudos de Bulgaria (sé, es un poco raro!). Luego me di cuenta que entendía bien el italiano, sin tener que estudiarlo! Así que puedo comunicarme en siete idiomas, y creo lograr hacerlo con cualquier ciudadano del mundo gracias a talentos de gesticulación que desarrollé para hacerme entender!

Cada vez que tengo una oportunidad, aprendo palabras de idiomas como el árabe, el hebreo, hasta el dialecto garifuna de la gente de color de Honduras. Me encanta descifrar la sintaxis de un idioma, por ejemplo como cada uno maneja con los tiempos verbales o el femenino y masculino. A veces, los idiomas me juegan trueques, por ejemplo cuando me di cuenta de que mi nombre -Gaelle, que se pronuncia Gaile- significa "Sexualmente caliente" en alemán. (Hola, soy Gaelle…! Experimenté muchas bromas sobre el tema!!).

El Chino fue el más complicado de aprender, y todavía me cuesta mucho entenderlo a pesar de numerosas horas de labor en mi universidad. Por eso quiero dar un gran aplauso a los asiáticos que logran hablar perfectamente uno o más idiomas latinos, porque cree me, es un verdadero rompe cabezas chino!

El idioma que prefiero es el idioma de los signos. Imagínese poder tener una conversación a morirse de risa cerca de los amplificadores de una discoteca, solamente utilizando sus manos y expresiones faciales, cuando todos los demás se gritan en las orejas que van a tomar otra bebida! Desgraciadamente, el idioma de los signos no es internacional (aunque haya similitudes), y es poco conocido por los oyentes, lo que amplifica el aislamiento de los sordos mudos en el mundo.

De confusión hasta afición


En San José, vivo en una casa con 8 extranjeros de 6 nacionalidades diferentes. Allí se oye ingles, holandés, alemán, italiano y español. Algunos hacen de todos esos idiomas una mezcla cerca de la cacofonía lingüística porque a algunos, les cuesta mucho cambiar de un idioma al otro. Les cansa mucho y les duele la cabeza. No es raro, especialmente por la mañana, que uno empiece un monologo en su idioma materno hasta que el otro le haga darse cuenta con una cara de incredulidad de que no es el dialecto correcto.

También experimenté la misma confusión a los 16 años, cuando aprendía el español en los Estados Unidos con un profesor quien utilizaba métodos de traducciones. El Inglés y el español no eran conectados en mi cerebro y tenía que pasar por el francés para traducir cualquiera frase, lo que, durante cada clase, me costaba migrañas horribles.

Hoy día, me pasa lo contrario. Me siento muy feliz cuando en un día logro hablar más de tres idiomas. Al igual que mis amigos trilingües, todos nuestros idiomas están conectados para hacer traducciones, y nunca mezclamos los idiomas, como si cada uno estuviera guardado en un cajón especial del cerebro. Con mis amigos poliglotas, hablar y aprender más idiomas llegó a ser una especie de droga, una necesidad en la vida como beber agua.

Los poliglotas han oído mucho la pregunta siguiente: ¿Pero en que idioma piense? La respuesta no es tan fácil. Uno piensa en el idioma que esta utilizando para hablar con su interlocutor, o cuando se imagina una conversación con alguien. Pero la verdadera pregunta seria: ¿Creen que pensamos siempre con palabras?

 

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